viernes, 6 de noviembre de 2015

EN LA NATURALEZA


Sentado en este tronco caído, contemplando desde las alturas cómo los primeros rayos de sol atraviesan las esponjosas nubes dibujando círculos de luz en el inmenso y tranquilo mar, los pensamientos fluyen con más libertad, el aire es más limpio y la respiración se escucha acompasada por el sonido de las hojas de los árboles movidas por la tenue brisa. Aquí arriba el tiempo se detiene, todo se hace más lento, los ojos fijos se pierden en el horizonte y la boca dibuja una ligera sonrisa manifiesto de un bienestar poco comparable.

Qué diferente se siente uno aquí que en la ciudad, aquí uno no se defiende, no reacciona, no juzga, aquí la soledad se convierte en una agradable compañía con quien los recuerdos renacen dando un nuevo significado al presente. 


El sol se va abriendo paso entre un cielo cada vez más diáfano, el azul y el blanco se pelean con el rojo siendo el resultado algo parecido a un cuadro inmenso pintado con acuarelas; allá donde mire hay calma, susurros, naturaleza, vida.

Detrás de mí en un bosque frondoso de eucaliptos, cuyos troncos finos y altos se dispersan como firmes guardianes de rincones ocultos, los pájaros cantan a la mañana, dentro del bosque la mirada tiende hacia arriba, como si estos árboles nos retaran a encontrar sus copas; entre helechos, te llevan a todas y a ninguna parte, dentro del bosque uno siente nuevas emociones, te empequeñeces y eso te hace ver y sentir todo más grande.

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