Volver a rodearse de buena gente, qué sensación más grata, sentir la buena onda, el que todo fluya de forma natural; un grupo de personas que se sienten bien entre ellas mismas, que se complementan, que se respetan, que se sinceran, no hay ninguna intencionalidad en su interacción, ninguno usa al otro, se trata simplemente de compartir vivencias, experiencias a la par de crear otras nuevas, las miradas se mezclan, la vida se expresa, aquí una conversación, allí una reflexión, allá unas risas… La unión con un grupo de personas que se entienden, que se comprenden, que se escuchan, que se quieren, en definitiva, la camaradería en su estado puro. Una camaradería que vive el presente, que no recrimina ningún pasado ni desea cambiar ningún futuro, que no necesita nada del otro pero sabe que cuenta con el otro para todo aquello que necesita, que no se ha buscado pero que se ha encontrado y día tras día va fortaleciendo afinidades, vínculos, espacios. Una camaradería en la que adentrarse en ella es ser uno mismo, tus aptitudes y sensaciones dan rienda suelta a su espontaneidad, logrando así la razón de ser de estas relaciones, hacer que cada día crezcas más como persona y como amigo.
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